¿Qué hacer con el legado? A propósito de la reedición de la obra de Víctor Barrionuevo Imposti.


Una notoria expresión,  “a cada generación le corresponde su propia cita con el pasado”, y tal vez, algunos intuyan algún tipo de peligro en esto: la posibilidad y arbitrariedad que puede tener cada generación con su pasado y la capacidad puesta en cuestión de la generación predecesora para transmitir su herencia.

Con mayor detenimiento, la afirmación como un caleidoscopio  nos devuelve otra imagen: el pasado posa sobre las espaldas de cada generación, la asecha, como una exigencia irrenunciable.
Aún en el devenir de “hombres suburbanos” como canta Pappo, y en las ilusiones que despierta el futuro que se abre y no parece  tener precedente alguno, y quizás por eso mismo, es posible sostener lo siguiente: nuestra reflexión retrospectiva tal vez sirva para volvernos menos ingenuos ante este presente vertiginoso y publicitario.

Entonces, concurrir a esa cita es más que necesario aun suponiendo que el pasado no siempre podrá ser un manual desde donde leer nuestro presente o bien, encontrar esas respuestas a las preguntas que nos desvelan. Sospecho de la capacidad iluminadora que puede tener el pasado sobre el presente y por lo tanto estimo que habrá que lidiar también con sus sombras y dolores.  En lo que creo estar seguro, es que este ejercicio requiere un detenimiento reflexivo mayor del que nos puede propiciar su consumo turístico y de entretenimiento.

El legado se preserva, se cuida y fundamentalmente también se descubre y redescubre. Hilar el pasado y el presente es un ejercicio constante que nos permite repensar y asumir nuestras tramas identitarias.

Descartando la posibilidad de considerar el pasado como un punto fijo al que podemos regresar constantemente, habrá que asumir este ejercicio de un modo tal que nos permita visibilizar los desacuerdos y acuerdos, hacer frente a las preguntas que emergen a la par del transcurrir de nuestro presente. El pasado no podrá ser capturado en un único relato.

Como expone Hannah Arendt, existen elementos de la cultura que logran trascender su propio contexto de producción y de este modo insertarse en un espacio que nos es común.  Entonces, la obra de Víctor Barrionuevo Imposti puede definirse en estos términos. Su “Historia de Villa Dolores”, escrita en 1942, tiene aún en su lejanía la capacidad de interpelar al lector, además de ser una lectura fundamental para pensar nuestra historia local y regional.

Joaquín García Marquillas.

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